La ruta de los dragos de Buracas posee la mayor concentración de dragos centenarios de Canarias, así que es un buen lugar para dar rienda suelta a la imaginación y descubrir qué puede haber más allá de sus raíces. Dice la leyenda griega que Ladón era un dragón que arrojaba fuego por sus cien cabezas para custodiar el Jardín de las Hespérides. Pese a este inmenso poder, fue asesinado por Atlas, el Dios que sostenía el cielo al borde del océano. Al morir, la sangre del dragón cayó a tierra a través de sus heridas mortales y cada gota creó un drago.
Hoy en día, la zona está poblada por casas rurales dispersas que salpican los bordes del camino flanqueado por dragos también. Algunos ramales de tuberías finas les permiten tener agua corriente, aunque no es un camino que se pueda transitar por vehículos. En la zona se alquilan algunas viviendas para aquellos que deseen habitar unos días dentro del Jardín de las Hespérides. Tal vez no tengan todas las comodidades materiales pero no cabe duda de que las noches y los amaneceres prometen en un lugar en el que todo lo que está a la vista es verde y azul, donde no se escucha el ruido del tráfico y donde lo único que suena es el arrullo del viento y algunas voces; aunque las palabras no se entiendan, porque tal vez sean los dragos los que susurran conversando entre ellos.
Para esta excursión hasta Garafía, municipio de La Palma donde está los dragos de Buracas, lo mejor es desayunar fuerte, porque no sabemos a qué hora podremos volver a comer y, por supuesto, llevar alimentos para picar en la mochila y abundante agua, ya que este es un camino que, para disfrutarlo, es conveniente dejar el reloj por detrás y estar pendiente solo de aquello que vamos a mirar. Nunca he podido sujetar la imaginación, y por supuesto en este recorrido no lo recomiendo en absoluto, pero sí tengo que advertir que el calzado es otro detalle a tener en cuenta, porque, si bien no es una zona de senderistas propiamente dicha, sí será bueno tener los tobillos bien sujetos para evitar resbalones.
Así que nos pondremos en marcha hacia los dragos de Buracas en Garafía carretera adelante desde Santa Cruz de La Palma o Los Llanos de Aridane, aunque también se llega al sendero que une este barranco empinado con el mar gracias al tramo del Camino Real de La Costa y Medianías, el GR 130, que comunica Puntallana con este municipio.
Cuando escuchamos “dragos” uno se imagina que hay más de uno, ¿verdad? En este caso, se cuentan por docenas los árboles milenarios de gruesos y enramados troncos que pueblan los bordes de un sendero empedrado al estilo del de El maravilloso mago de Oz (Lyman Frank Baum, 1900). Quiero decir que una vez que comienzas a descenderlo recorres el camino de baldosas amarillas pero que, en ese caso, son marrones. Y sientes la misma emoción que debió sacudir las trenzas de la pequeña sacada de Kansas por un tornado cuando llegó a un mundo completamente distinto, un mundo mágico y desordenado, un lugar en el que soplaba el viento del oeste que, en Garafía, lleva los suspiros de los dragos, ansiosos por regresar al cielo desde hace miles de años; o tal vez de llegar al mar, que es otra forma cielo también. Quizás por eso hay tantos, porque como brazos que se arrastran para llegar un poco más allá, se duplican y se reparten por toda la pendiente; cada cual más grueso, más frondoso, más alto y más hermoso. Alguno lo conseguirá, te dices al subir, ya de regreso, cuando te falta el aliento. Al pararte para recobrarlo te giras para mirar y admirar de nuevo una estampa única que te ayuda a recobrar las ganas de seguir el ascenso. El viento sigue soñando con ellos, contigo, y te abrazas a la vida, y a la esperanza renacida porque estos dragos existen, convirtiendo en un jardín el paisaje y a ti en un Dios que puede contemplarlo.